La pandemia exigió al gobierno medidas de urgencia, enfocadas en atender la sostenibilidad del empleo y los ingresos durante el aislamiento. La vuelta a la “normalidad”, con buena parte de la deuda ya reestructurada, puede y debe obligarnos a repensar algunas cuestiones de cara al futuro. Si bien la cuarentena no será algo permanente, pone de manifiesto problemáticas estructurales que deben ser atendidas sin excepción una vez atravesada esta coyuntura y convertidas en ejes de la gestión “post covid”.
Luego de que todos advirtiéramos la gravedad de la pandemia cerca de la declaración de la cuarentena obligatoria a mediados de marzo, el Gobierno, aún en un contexto sumamente delicado para las cuentas públicas, se abocó a atender los asuntos más urgentes en materia tanto sanitaria como económica de los argentinos, habiendo desembolsado cerca de un 5% del PBI como “paquete Covid” al primer semestre de 2020.
Para la velocidad con la que pretendemos evaluar el impacto de una pandemia de incierta duración, los datos con los que contamos para medir la “actividad Covid” nos quedan siempre un poco viejos. Luego de tocar un piso de actividad en el mes de abril, alcanzando el valor más bajo de los últimos 14 años, los últimos datos oficiales de junio comienzan a reflejar cierto rebote de la actividad, en línea con una mayor flexibilidad observada en la cuarentena.
Claro que a la trayectoria futura de la economía la marcará el ritmo de evolución de casos y por ende la “dureza” de la cuarentena, pudiendo derivar en cierta dinámica de “stop and go” o serrucho en la actividad.
Trabajo, paritarias y precios
El correlato de lo que ocurrió en la actividad se refleja en los datos de empleo: si bien la prohibición sobre despidos rige hasta septiembre, en mayo hubo 409 mil puestos de trabajo registrados menos que en igual mes de 2019, marcando una caída del 3,4%.
Por su parte, mientras los ingresos de los asalariados se recuperaban en los meses previos a la pandemia (enero y febrero, con subas de 4% y 2% real respectivamente), los retrocesos de los últimos meses llevan a acumular una pérdida de poder adquisitivo cercana al 3% al mes de mayo en relación a igual mes del año anterior.
Probablemente esta tendencia a la baja de los salarios reales se profundice hacia adelante, teniendo en cuenta las rebajas negociadas en algunos convenios en torno al 25% para el personal que no esté en actividad. A su vez no pareciera haber clima de negociaciones paritarias, en un contexto donde, dirían los economistas, se prioriza Q (cantidades) y no P (precios, en este caso el precio del trabajo).
Reflexiones para el mediano / largo
Si bien el foco de la política debió centrarse en atender la emergencia, la vuelta a la “normalidad”, aún con plazo incierto y con reestructuración de deuda mediante, nos da la oportunidad de repensar algunas cuestiones de cara a un futuro complejo. Algunas líneas de debate, que se pusieron de manifiesto por la pandemia pero con un trasfondo más estructural, las venimos discutiendo desde Paridad en la Macro y seguramente serán ejes de trabajos posteriores.
En primer lugar, la situación reafirma la necesidad de un estado fuerte y maduro para hacer frente a situaciones de crisis, con competencia en sus líneas de gestión y capacidad de articular entre las distintas órbitas para dar la mejor respuesta. Claro es el rol que cumplió el Ministerio de Salud o la importancia de la inversión en I+D y en el sistema científico tecnológico.
Por otro lado resulta imperativo trabajar sobre la estructura del empleo y reducir la brecha con los segmentos que trabajan en la informalidad, que resultan los más afectados en estas situaciones y que son a su vez los más difíciles de alcanzar con políticas de ingresos y regulaciones. Para ilustrar esto, de acuerdo a un informe de la OIT, cerca de un 46% de los ocupados en Argentina trabajan en condiciones de informalidad, similar a lo que ocurre en otros países de la región.
Por Lucía de Bonis. Publicado originalmente en BAE Negocios