En septiembre de 2020, Argentina cerró el canje de títulos de deuda pública en moneda extranjera, lo que le permitió configurar un perfil de vencimientos muy tranquilo hasta 2023. El período con vencimientos más abultados de estos títulos es el comprendido entre 2025 y 2035. Desafortunadamente, también en esos años se concentran los pagos del nuevo acuerdo con el FMI que el país negocia actualmente. Esto implica que habrá varios años seguidos con vencimientos totales cercanos a los USD20.000 millones. Vale preguntarse entonces si, culminada esta negociación, se termina el «problema» de la deuda.
Recapitulemos brevemente lo ocurrido hasta ahora. Hace poco menos de ocho meses, Argentina reestructuró más de USD100.000 millones de deuda en bonos en moneda extranjera. Alrededor del 80% de ese total se encontraba en manos de acreedores privados.
El canje significa un avance, en tanto descomprime el horizonte financiero de los años próximos: contempla la postergación por unos años de los vencimientos de capital y la reducción de la tasa de interés a la mitad. Concretamente, los casi USD55.000 millones que vencían hasta 2023 se convirtieron en poco más de USD4.000 millones a pagar en los próximos tres años.
Dicho de otra manera, se consiguió un alivio de corto plazo de más de USD50.000 millones. ¿Por qué de corto plazo? Porque la quita de capital fue baja y esos vencimientos solo se corrieron unos años: entre 2025 y 2035, serán de casi USD12.000 millones en promedio por año, compensando parcialmente el «ahorro» de la primera etapa.
El paso siguiente, y donde Argentina se encuentra en la actualidad, es arribar a un nuevo acuerdo con el FMI, que perseguirá un objetivo similar en cuanto a los plazos, pateando unos años la amortización del capital. Específicamente, lo que se negocia es el reemplazo del programa Stand-By firmado en 2018 por uno de facilidades extendidas (EFF). Uno de los aspectos que distingue a ambos acuerdos son las condicionalidades que contemplan, más exigentes bajo un EFF, puesto que involucra reformas estructurales. En paralelo, el plazo de devolución que otorgan es más laxo, ya que se necesita más tiempo para que las reformas estructurales «maduren».
A diferencia del Stand-By, el EFF permite extender diez años la devolución del préstamo, organizados de la siguiente manera: un período de gracia de cuatro años y medio y luego doce cuotas semestrales iguales durante el plazo restante. Yendo a los números: bajo el Stand-By, entre 2021 y 2024 vencían poco más de USD 48.000 millones entre capital e intereses.
Bajo un EFF, en cambio, debido al período de gracia contemplado -dependiendo cuándo se cierre exactamente el acuerdo- los pagos comenzarían en 2026 y se extenderían hasta 2031. Sumando capital e intereses, los desembolsos promediarían los USD8.400 millones por año.
¿Cómo quedaría el perfil de vencimientos en moneda extranjera ( FMI y títulos públicos) de firmarse el EFF con el FMI? Aquí es donde el escenario se torna un poco más complejo. Los años en que los vencimientos de bonos comienzan a ser más abultados (a partir de 2025 y hasta 2035) coinciden con los años en los que debería devolverse el EFF, que empezaría a pagarse en 2026.
Esto quiere decir que entre 2026 y 2031, los vencimientos totales (capital más intereses) sumarían casi USD120.000 millones, un promedio de USD20.000 millones por año. Si bien a este número hay que descontarle los títulos en manos del sector público -que se estiman entre un 20% y 25% del total de títulos públicos- los montos son elevados y se presentan como un desafío.
¿Cómo hará Argentina para evitar, en apenas cuatro años, verse obligada a enfrentar una nueva reestructuración de deuda o, peor aún, tener que declarar un nuevo default soberano? La primera salvedad que hay que hacer es que, en condiciones normales, las deudas no se pagan, se refinancian.
La mayoría de los países toma créditos y convive con cierto nivel de endeudamiento sin que esto genere mayores conflictos. Independientemente de lo que haga el resto de los países, si Argentina aún quisiera pagar todos esos vencimientos, en lugar de refinanciarlos, no podría hacerlo. Una mirada rápida a las cuentas externas del país sugiere que es muy improbable que el país genere el excedente de dólares necesario.
El monto de los vencimientos supera ampliamente el superávit de la cuenta corriente obtenido durante los «mejores años»: entre 2003 y 2010, el superávit de la cuenta corriente promedió los USD13.000 millones, muy por debajo de los vencimientos que se tendrían entre 2026 y 2031. Esto lleva a pensar que recuperar el acceso a los mercados internacionales de crédito aparece como la única opción viable.
¿Es posible que eso suceda? Sí, pero para que los acreedores estén dispuestos a refinanciar voluntariamente al país se deben dar señales y asumir medidas de política económica consistentes para superar esos desafíos que se presentan en el futuro no tan lejano.
En este sentido, al menos dos frentes lucen como los más urgentes para los próximos años: por un lado, avanzar hacia la consolidación de las cuentas públicas mediante un programa fiscal que permita reducir gradualmente el déficit y, así, las necesidades de endeudamiento. Por el otro, apuntalar el resultado de las cuentas externas, de manera tal de que los dólares alcancen para financiar las importaciones necesarias para la recuperación y crecimiento de la economía y para garantizar su disponibilidad durante los años en que los vencimientos de deuda sean elevados; en tanto que refinanciar la totalidad será más difícil.
Por Lucia Pezzarini. Publicado originalmente para BAE Negocios