Luego de casi veinte meses de pandemia, con confinamientos interrumpidos, las economías mundiales sufrieron fuertes impactos y duras secuelas. En múltiples facetas, el Covid afectó a escalas más altas de las previstas, tanto macro como microeconómicamente.
Comenzando por contextualizar, los niveles de volatilidad previos a la pandemia y de incertidumbre de las economías venían incrementándose. Esto se debe a los cambios estructurales en métodos de producción, tecnologización, medios de comunicación, disputas políticas globalmente mediatizadas, lawfare, mutación de la concepción social (de los 40, en donde la frase «la única verdad es la realidad» tenía supremacía en el inconsciente colectivo, pasamos a la posverdad mundial y a la subjetivación de las realidades), cambios de paradigmas en materia de comunicación e intercambio, la grave concentración desigual de las recursos económicos (según el informe de Oxfam, el 1% más rico de la población posee más del doble de la riqueza que 6.900 millones de personas). Y recordemos que este 9 de noviembre se cumplen treinta y dos años de la caída del muro de Berlín y, a su vez, las formas de intercambio cultural, social y económico se constituyen cada vez más en las normas implícitas del capitalismo mundial.
En ese mundo recibimos repentina e inesperadamente una pandemia que provocó la recesión más dura de los últimos ochenta años. Se estima que la economía mundial se contrajo entre un 3,3% y un 4% durante 2020, con caídas globales sin precedentes. Para América latina sería la recesión más marcada en los últimos ciento veinte años, con una contracción promedio del 7,7% del PBI.
Escasez de alimentos, de combustibles y de materias primas, disminución en la demanda de mano de obra, reducción del turismo, el significativo incremento de la desigualdad del ingreso, la crisis sanitaria, el aumento de capacidad ociosa en las economías avanzadas, la incertidumbre en torno de la duración de los shocks en los precios, la retracción del consumo privado de los agentes, el mayor ahorro y, como contrapartida, la caída de la inversión (influenciada también por la situación de incertidumbre y expectativas) obligaron a los países a efectuar distintas políticas proteccionistas que fueron necesarias para que dichos efectos no resulten irremediables ni catastróficos.
Ejes de recuperación
Ahora, con el foco mundial posicionado en la recuperación, la preocupación está en el control de la inflación. Este tema obliga al mundo entero y a los países que anteriormente no se inquietaban por los aumentos generalizados y sostenidos de los precios a hoy sí deban hacerlo. Los costos mundiales de los alimentos han aumentado aproximadamente un 40% desde el inicio de la pandemia. Asimismo, los precios de la energía tanto en la eurozona como en las economías emergentes de Europa contribuyen al alza general. Se prevé que el petróleo suba un 30% en 2021 (teniendo en cuenta el bajo nivel de base que tocaron en 2020).
Las interrupciones prolongadas de la oferta y el incremento de la demanda reprimida por el fin del aislamiento desencadenaron grandes movimientos de precios en algunos sectores, en particular en el transporte, en la alimentación, en la ropa y en las comunicaciones. Además, las expectativas globales desancladas, que conducen a espirales inflacionarias autocumplidas, son también parte de los motivos que llevan a la relevancia de la problemática. Los pronósticos muestran un fuerte aumento de la inflación a corto plazo, por lo que se espera que las economías alcancen un máximo del 3,6% en los últimos meses del 2021.
La compleja particularidad de la economía global actual y la elevada inflación requiere de esfuerzos adicionales para el futuro. Si bien las expectativas para 2022 son más optimistas (se espera un crecimiento promedio de 2,9% en América latina, de 3,9% en Europa y en Asia Central, de 6,8% en Asia meridional y de 3,4% en Oriente Medio y en África), queda claro que los manuales tradicionales y las recetas ortodoxas no son suficientes. La situación reclama holgura en el análisis y en la utilización de instrumentos de la política económica, enfocándose en la búsqueda de estabilidad de precios, crecimiento e inclusión.
Por Lucila Ostropolsky. Publicado originalmente para BAE Negocios