El aumento de la participación de las transferencias de ingresos del Estado en los ingresos totales se produjo por políticas de apoyo como el aumento en AUH, IFE y Tarjeta Alimentar y muestra la desigualdad estructural de género
La pandemia que nos viene afectando a partir de 2020 está dejando secuelas indeseadas en todos los rincones del mundo. Pese a que aún no podemos ver ni medir apropiadamente sus efectos, sí sabemos que la caída en el empleo, en los ingresos y en la actividad es preocupante. Al analizar estos indicadores, no solo debemos hacerlo de manera general, sino teniendo en cuenta que los efectos serán diferentes entre distintos grupos de la sociedad, reproduciendo aún más las asimetrías socioeconómicas existentes en la pre pandemia. Este es el caso de las desigualdades de género en la economía en general, y en el mercado de trabajo en particular.
Estas diferencias tanto de empleo, condiciones laborales y salario, generan que, en una situación de “normalidad”, las mujeres se enfrenten a mayores dificultades a la hora de buscar un trabajo , que tengan mayor presencia en la informalidad, y que deban luchar para lograr conciliar su vida laboral y familiar debido a la mayor carga horaria en las tareas de cuidado dentro de sus hogares.
A partir de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares publicados por INDEC, podemos analizar los efectos de la pandemia comparando indicadores de los distintos trimestres del 2020: entendiendo al primer trimestre como pre-pandemia y el segundo y tercer trimestre como los períodos con los efectos del virus y del aislamiento social y obligatorio, dado que todavía no podrían observarse los efectos de las primeras flexibilizaciones y recuperación económica.
Sobre las tasas de ocupación, desempleo e inactividad existe un movimiento similar entre varones y mujeres: caída en la ocupación y aumento del desempleo y de la inactividad en el segundo trimestre, con una recuperación leve en el tercer trimestre. Sin embargo, el punto de partida de ambos grupos es diferente, ya que l as mujeres enfrentan cotidianamente una tasa de ocupación menor que los varones (35,9% para el primer trimestre 2020, contra 49% para los varones ) y una tasa de inactividad mucho mayor (53,5% contra 36,3% para el mismo período).
Ingresos y género
Al analizar específicamente el tema de los ingresos, observamos que en la normalidad pre pandemia, los correspondientes a las mujeres ya eran inferiores a los de los varones. En el primer trimestre de 2020 el salario promedio de los varones en Argentina era de $ 36.695, mientras que el de las mujeres era de $ 28.279. Por otra parte, al observar los deciles de ingreso en Argentina (la división del total de la población en diez grupos con igual o similar cantidad de personas en cada uno, con niveles de ingreso dentro de un rango determinado), podemos ver una sobrerrepresentación de mujeres en los deciles de menores ingresos, frente a la mayor participación de varones en los últimos deciles de mayores ingresos. Durante la pandemia esta distribución no se modificó demasiado para las mujeres, a pesar de haber sido más afectado por la desocupación y la inactividad. Entonces, ¿por qué no se observa un cambio en la distribución del ingreso de las mujeres, si sus fuentes de ingreso cotidianas sí se vieron afectados?
La respuesta la encontramos al analizar por dentro de esos ingresos, y observar la participación de los ingresos laborales, es decir los que provienen de algún trabajo u ocupación principal o secundaria de la persona, y los ingresos no laborales. Estos últimos son todos los ingresos que no provengan de una fuente de empleo, como pueden ser jubilaciones, pensiones, ayuda de ONG o iglesias, transferencias de ingresos del Estado, cuotas de alimentos, cobro de alquileres, ganancias por inversiones o negocios, cobro de aguinaldo o indemnizaciones, seguro de desempleo, entre otros.
Al observar el primer trimestre del 2020, la «normalidad» antes de la pandemia nos muestra las grandes diferencias en los ingresos laborales entre varones y mujeres, lo cual se debe principalmente a la mayor y mejor participación de los varones en el mercado laboral. Mientras que los varones obtienen más del 85% de sus ingresos totales de estos ingresos laborales, las mujeres apenas llegan a un 65%. Estas diferencias se acentúan en los primeros deciles, y continuaron reproduciéndose en la pandemia. A l incluir el tercer trimestre de 2020 en este análisis, vemos que todos los ingresos laborales se vieron disminuidos en los primeros deciles, pero dado que las mujeres ya de por sí cuentan con ingresos laborales menores, esta caída las dejó peor paradas. Para el decil 2, por ejemplo, mientras que una mujer en la pre pandemia tenía un ingreso laboral promedio de $ 5.400, en la post pandemia apenas llega a los $ 2.300 . En este mismo decil, los varones observaron una caída en sus ingresos laborales desde $ 7.500 a $ 3.500.
Fuente: Elaboración propia en base a EPH INDEC
Al incluir los i ngresos no laborales en el análisis, vemos que en para los primeros deciles de ingreso, 1 y 2 principalmente, las transferencias de ingresos por parte del Estado tienen un rol mucho más importante para mujeres que para varones, teniendo el mayor peso en el decil de ingreso 1 representando aproximadamente un 45% de los ingresos de las mujeres.
En el tercer trimestre observamos un aumento del peso de estas transferencias del Estado en la mayoría de los ingresos de los primeros deciles, observando más aún en el caso de las mujeres.
Fuente: Elaboración propia a partir de EPH INDEC
Ingreso Familiar de Emergencia de Anses
Este aumento de la participación de las transferencias de ingresos del Estado en los ingresos totales se debe principalmente a las políticas de apoyo durante la pandemia, como el aumento en la Asignación Universal por Hijo, el Ingreso Familiar de Emergencia y la Tarjeta Alimentar, sumado a la estrepitosa caída de los ingresos laborales en el total.
Estos indicadores nos muestran la desigualdad estructural a la que hacemos frente tanto por género como en el total de la sociedad por la injusta distribución del ingreso. Esto genera que las crisis económicas repercutan fuertemente en los grupos de la sociedad con menores ingresos, impactando sobremanera a las mujeres de estos grupos por las peores condiciones a las que se enfrentan en la cotidianeidad. Esta vulnerabilidad de las mujeres ante las crisis y las recesiones se relaciona con la feminización de la pobreza, y la mayor dificultad para lograr un aumento de sus ingresos.
La presencia del Estado garantizando ingresos para este sector de la población es fundamental, ya que a pesar de buscar un cambio estructural en el sistema económico y trabajar con ese objetivo, en lo inmediato se necesitan medidas de transferencias y distribución del ingreso para garantizar que los sectores más vulnerables, específicamente las mujeres, no pierdan más de la mitad de su ingreso, como hubiera sucedido sin la existencia del IFE o AUH.
Por Macarena Turrubiano. Publicado originalmente para BAE Negocios