Argentina necesita generar dólares. Y con los mercados externos cerrados e inversiones externas que por ahora no van a ser significativas, la vía para obtenerlos es la exportación. ¿Quién no coincide en eso? Hace años que los economistas repetimos que hay que salir a exportar y para eso se arman mesas exportadoras, se desarrollan programas como el exporta simple, consorcios de exportaciones, ventanilla única de comercio exterior, o esquemas como el draw back entre muchos otros.
¿El resultado? Las exportaciones no se mueven, y en cambio hasta caen. Los datos lo muestran: después de alcanzar un récord de US$80 mil millones en 2012, las exportaciones de bienes no dejaron de bajar hasta 2017, con una muy leve muy recuperación en 2018 y 2019. Aunque aun así, en 2019 se exportaron solo US$ 65 mil millones, US$ 15 millones menos que aquel máximo que supimos tener. Para 2020 las cosas no van a ser mejores, porque la pandemia desató una situación inesperada, con el mundo en recesión y nuestras empresas en dificultades para despachar sus productos. Entre enero y julio ya se exportó 11% menos que en igual periodo del año anterior.
La cantidad de exportadores también fue descendiendo y hoy está clavada en 9.500 empresas, según datos del Ministerio de Producción y Trabajo, la misma cantidad que en 1994 y 60% menos que las 15.100 empresas exportadoras que hubo en 2006. Desde ese año argentina fue perdiendo en términos netos 460 empresas exportadoras por año. Siendo la cantidad de empresas exportadoras de bienes una medida de la inserción internacional y de la capacidad del sector privado para competir en el mundo, la argentina presenta muchos inconvenientes en esa materia.
Por qué no se puede exportar y cómo generar dólares
Las dos preguntas frente a esta realidad son ¿por qué no se puede exportar? Y ¿Qué hacer entonces para generar dólares en una economía altamente dolarizada que necesita de esas divisas para su estabilidad?
Para la primera pregunta, las empresas sostienen que lo que más las desanima es la elevada presión impositiva, la volatilidad cambiaria que les dificulta planificar costos, los elevados costos financieros que les hace imposible pre financiar exportaciones no teniendo espaldas para esperar de pronto 60 o 90 días hasta que el cliente paga, los trámites burocráticos engorrosos que conlleva exportar y la búsqueda de clientes en el exterior. En las empresas alejadas de los puertos, abruman también los costos logísticos.
Todas esas cuestiones, los gobiernos las pueden resolver para promover la exportación, especialmente la burocracia, los costos financieros y la implementación de mayores ventajas impositivas. Quizás lo mas difícil es garantizar la estabilidad cambiaria, pero si el resto de las dificultades se resuelven, seria sin dudas, un primer paso. Esto revela algo importante: para aumentar las exportaciones primero hay que resolver esos problemas, de lo contrario, no hay mesas ni programas que alcancen.
Mientras tanto, ¿qué se puede hacer? Para la segunda pregunta hay otro segundo camino. Mientras no se puedan generar dólares exportando, porque encarar ese proceso con todos los obstáculos en el camino, llevara su tiempo, hay que planificar cómo obtener una generación neta de dólares. Y ese no es otro camino que reducir las importaciones. En ese proceso venimos bien, en 2019 cayeron 25% y este año vienen con una caída similar, obteniéndose generosos superávits comerciales.
El problema es que esas caídas están muy asociadas a la recesión interna y no a la generación real de cadenas productivas de sustitución de importaciones. La última vez que se hizo eso, fue entre 2013 y 2015, con buenos resultados.
Para continuar y mejorar ese proceso coartado durante la gestión de Cambiemos, es importante plantear una sustitución selectiva. Argentina no puede sustituir todo, y por eso la sustitución tiene que tener cierta selectividad. Un criterio para plantearlo es tomando aquellos sectores con mayor déficit sectorial, como son por ejemplo la industria automotriz donde se importan buena parte de las autopartes. O la industria de bienes de capital, que es donde las importaciones primero repuntan apenas se recuperan las industrias locales.
Tampoco la sustitución llega sola. Algunos programas están siendo implementados en ese camino, pero se necesita más y el acompañamiento serio del sector financiero. Quizás este es un buen momento para aumentar los esfuerzos puestos ahí. Por un camino y por el otro, se pueden encontrar los dólares que se necesitan.
Por Victoria Giarrizzo, publicado originalmente en BAE Negocios